Correr, caminar, pedalear, trepar, nadar, saltar...Trabajar y VIVIR. La diabetes, una anécdota.

Siempre y cuando controlemos el ejercicio y nuestra glucemia en sangre. Esta enfermedad que junto con la obesidad está considerada la epidemia del siglo XXI permite llevar una vida activa perfectamente normal gracias a médicos e investigadores, profesionales apasionados que no dejan de trabajar para que mañana sea de verdad una anécdota. Hay dos tipos principales de diabetes: Tipo I y tipo II. La primera es la mía, la insulino-dependiente o también llamada infantil, porque en un alto porcentaje de casos se presenta a edades tempranas, aunque yo "debuté" con esta enfermedad a los 44 años. Mi sistema inmune falló y atacó a las células del páncreas que producen la insulina sufriendo a continuación los tres síntomas del libro o las "tres Pes": Poliuria (orinar mucho), Polidipsia (sed horrible a todas horas) y Polifagia (hambre, hambre, haaaambre).



¿Porqué a mí? Pensé. A mí que toda la vida he hecho deporte, que sólo tres meses antes terminé mi Cuarta Maratón en Donosti, a mí que no fumo, a mí que soy un chico formal: Buen padre y ejemplar esposo, a mí que hago la declaración de renta puntualmente y pago la contribución urbana y el impuesto de circulación religiosamente cada año... ¿Porqué?



El estrés que tantos sufrimos en mayor o menor grado, herencia genética, un catarro mal curado, la contaminación, el agujero de la capa de ozono... Médicos, familiares, amigos, vecinos y yo mismo apuntamos una u otra causa, pero lo cierto es que daba lo mismo. El caso es que mi cuerpo -mi páncreas- casi no tenía reservas de insulina y que ya no iba a producir más -o muy poca- y que iba a necesitar "pincharme" insulina todos los días.

miércoles, 21 de julio de 2010

En bici por Urbasa

Ayer martes era mi segundo día de vacaciones, había hablado con Sergio -mi benjamín- para salir a dar un voltio bicicletero por el monte y el itinerario decidido fue Urbasa: El plan era dejar el coche en el parking próximo a la oficina de turismo que hay nada más subir el puerto desde Olazagutía. Ahí donde sale la pista asfaltada hacia Otsaportillo, por donde debíamos ir algunos kilómetros hasta desviarnos en el cruce de Tximista en dirección a la Ermita de San Adrián. Se nos unió Julen, un amigo de Sergio que está hecho un campeón sobre la bici, así que para allá que salimos los tres desde Zizur a eso de las 10 de la mañana en un día espléndido de verano.
A las 11 de la mañana nos bajamos del coche y ya estábamos listos para coger las bicicletas e iniciar nuestra aventura. No estamos en el comienzo del carretil a Otsaportillo sino en la zona de Morterutxo donde arrancan una pista y hay un camino acondicionado para minusválidos, no obstante decido tirar por ahí pensando que más adelante saldremos a la pista principal que discurre paralela. Craso error: Al principio la pista es buena y permite pedalear sin dificultad pero más adelante se estropea bastante y acaba convirtiéndose en un sendero, como sigo pensando que en esa dirección tenemos que acabar por desembocar en la pista que sube a Santa Marina y San Adrián seguimos adelante siempre dentro de una espesa selva de hayas.

Una hora más tarde nos encontramos con zonas en las que teníamos que caminar empujando la bici y totalmente desorientados, una parada para almorzar y recuperar fuerzas y decidimos darnos la vuelta desandando una parte de nuestro recorrido hasta un cruce que habíamos dejado atrás. Así lo hicimos y esta vez sí que, con gran alivio por mi parte acertamos con el camino correcto pues en 500 metros desembocamos en la pista asfaltada de Otsaportillo, la seguimos durante un kilómetro y llegamos al desvío en dirección a San Adrián, por el que nos metimos monte arriba. El problema es que habíamos perdido 2 horas y un montón de energía en dar vueltas por el bosque y ahora los chavales, Sergio sobre todo no estaba para más subidas. En fin, qué le vamos a hacer, otro día volveremos y no haremos el indio.

A las dos de la tarde estábamos de regreso en el coche, 21 grados de temperatura bajo las hayas y una fresca brisa moviendo las hojas de los árboles, daban ganas de quedarse a echar la siesta pero pensando en la piscina de Zizur recogimos todo y emprendimos la vuelta en dirección a Estella por Zudaire. Pasamos por el raso de Urbasa: Una extensa superficie de pasto libre de árboles cuya imágen me hace pensar en la sabana africana, sólo que con vacas y caballos en vez de ñus y cebras.

Llegando a Estella el termómetro del coche marcaba 32 grados, los mismos que en Zizur Mayor, muy cerquita de Pamplona. ¡¡A la piscina!!

Sobre las 9 de la tarde de ayer calleron varias tormentas en el Norte de Navarra: En la Cuenca de Pamplona se registraron alrededor de 60 litros. Menos mal que no nos perdimos en la Sierra de Urbasa...

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