Correr, caminar, pedalear, trepar, nadar, saltar...Trabajar y VIVIR. La diabetes, una anécdota.

Siempre y cuando controlemos el ejercicio y nuestra glucemia en sangre. Esta enfermedad que junto con la obesidad está considerada la epidemia del siglo XXI permite llevar una vida activa perfectamente normal gracias a médicos e investigadores, profesionales apasionados que no dejan de trabajar para que mañana sea de verdad una anécdota. Hay dos tipos principales de diabetes: Tipo I y tipo II. La primera es la mía, la insulino-dependiente o también llamada infantil, porque en un alto porcentaje de casos se presenta a edades tempranas, aunque yo "debuté" con esta enfermedad a los 44 años. Mi sistema inmune falló y atacó a las células del páncreas que producen la insulina sufriendo a continuación los tres síntomas del libro o las "tres Pes": Poliuria (orinar mucho), Polidipsia (sed horrible a todas horas) y Polifagia (hambre, hambre, haaaambre).



¿Porqué a mí? Pensé. A mí que toda la vida he hecho deporte, que sólo tres meses antes terminé mi Cuarta Maratón en Donosti, a mí que no fumo, a mí que soy un chico formal: Buen padre y ejemplar esposo, a mí que hago la declaración de renta puntualmente y pago la contribución urbana y el impuesto de circulación religiosamente cada año... ¿Porqué?



El estrés que tantos sufrimos en mayor o menor grado, herencia genética, un catarro mal curado, la contaminación, el agujero de la capa de ozono... Médicos, familiares, amigos, vecinos y yo mismo apuntamos una u otra causa, pero lo cierto es que daba lo mismo. El caso es que mi cuerpo -mi páncreas- casi no tenía reservas de insulina y que ya no iba a producir más -o muy poca- y que iba a necesitar "pincharme" insulina todos los días.

domingo, 26 de julio de 2020

Aristas de Bachimala, circular desde Biadós


Nos gustan las circulares y más las grandes circulares.  A Íñigo y a mí nos gusta soñar, y cuando soñamos con mapas ya es que nos volvemos locos: Encadenar los tresmiles del macizo de Bachimala con los de Posets fue el objetivo inicial de nuestro viaje al Pirineo este fin de semana, pero la montaña pone a cada uno en su lugar -al menos a mí-, y aunque nuestra aventura quedó en la mitad de lo soñado, la sonrisa nos durará todo el Verano...

Las once de la noche del Viernes cuando llegamos a Biadós, como ya habíamos cenado en Aínsa, nos limitamos a poner los sacos y las esterillas en un prado próximo al refugio y nos acostamos mirando las estrellas ¡¡Madre mía qué cantidad de estrellas!!

Macizo de Posets y Eristes 
Son las 5:45 cuando nos suena el reloj, ¡Qué bien hemos dormido!  El poquito de azul que empieza a pintar el cielo ha dejado solo una estrella gorda y brillante que destaca encima de la masa oscura del Posets. Pero no es una estrella, es Venus quien nos da los buenos días: No sabéis lo que os espera chavales...
Íñigo se despereza en su otra cama... 
Recogemos nuestro dormitorio en un plis plas y desayunamos junto al coche que anoche pudimos aparcar en el único hueco libre que quedaba en la pista próxima al refugio. Por cierto que estando tan seca y polvorienta habríamos hecho mejor en seguir hasta Tabernés, un poco más arriba de Biadós.

Organizamos las mochilas: Ínigo llevará una pequeña que utiliza para esquiar pues quiere llevar un cordino de 10 mts y un par de bagas, además de piolet y pinchos para zapatillas, material que pensamos necesario para superar la brecha Carrivé y andar luego por las Crestas de Posets-Espadas.  También llevaremos frontal con pilas de repuesto, chubasquero y lo que a cada uno nos gusta comer: Yo llevo pan de dátil con nueces, dos bolsitas con más nueces, geles, una lata de sardinas y dos barritas de chocolate. Olvido echar una gorra de visera... Y la echaré de menos...

Pasan de las 7 de la mañana cuando nos encaminamos hacia el Puerto de la Pez.  Hace fresco y el sol no nos pillará hasta llegar arriba, siguiendo un buen sendero que salva unas paredes sin complicaciones. Desde abajo de Tabernés adelantamos a dos o tres grupos de excursionistas.

Estamos a 2452 mts de altitud y asomamos al otro lado de la frontera para descubrir un valle casi idéntico al del lado español, abrupto, profundo...  Pedrizas que terminan en laderas de hierba y despejado de árboles.  Más arriba podremos dominar mejor ese valle y divisaremos lejano un gran lago rodeado de urbanizaciones: El Lac de Génos-Loundenvielle.

Pero estamos aquí arriba, muy lejos de todo, mirando de reojo el camino a seguir: Una cresta de bloques por la que ya se ha aventurado un grupo de chicos y chicas todos ellos provistos de casco.  Nosotros no lo llevamos pero confiamos en que yendo dos y siendo cuidadosos no nos lancemos piedras sueltas.

Adelantamos a este grupo a mitad de cresta que más arriba abandonamos para continuar la ascensión por una abrupta ladera en la vertiente española por la que iremos siguiendo hitos y superando terrazas con sencillas trepadas sin dificultad.  Delante nuestra y muy arriba vemos que hay otros dos grupos de montañeros a quienes alcanzamos en la cima del Pico Puerto de la Pez (3018 m.) vecina del Pico de la Pez (3024 m.).  Son 5 o 6 chavales también provistos de casco y luego otros dos que parecen ir como nosotros: Ligeros, poca mochila y zapatillas.  Con estos dos coincidiremos en buena parte de la travesía hasta la cima del Bachimala, sobre todo en su trepada final, que nos anticipan será la mayor dificultad de la excursión.

Pero antes de llegar allí encontraremos más dificultades, sobre todo un destrepe donde un francés, que iba en solitario se dio vuelta para salvarlo mediante un flanqueo a media ladera sobre los ibones de Bachimala.  Iñigo decidió montar un seguro con la cuerda de 10 mts gracias al cual pude bajar con toda la confianza del mundo.  Los demás lo hicieron sin ayuda y más adelante encontramos obstáculos parecidos o hasta un poco más delicados en los que curiosamente ya no vimos necesario poner la cuerda: Conforme avanzamos arriba y abajo de nuestro aéreo paseo íbamos cogiendo confianza y seguridad en una gimnasia exigente y de continua tensión, que supuso una verdadera maratón para cabeza, piernas y brazos.  Una o dos veces escaqueamos algún tramo de cresta por aéreos flanqueos de vértigo sobre los ibones de Bachimala pero la mayor parte del recorrido fuimos por arriba.

Tras el Pico Abeille (3029 m) avanzamos con rapidez por terreno "honrado y amable" sin trampas de piedras sueltas o descompuestas,  ¡Qué sensación de libertad caminar por esas alturas dominando un paisaje de montañas y valles en todas direcciones!  El macizo de Posets-Espadas y los Eristes están justo al lado nuestra, pero también identificamos todo el Aneto-Maladeta por su vertiente de Cregüeña, y los macizos Gourgs Blancs y Perdiguero.  Más lejos la Puenta Suelza y Fulsa, Monte Perdido, Munia...  Neouville... Vignemale...

Y todo eso sumando tresmiles: Marcos Feliu (3057 m.), Pequeño Bachimala (3061 m.), Punta del Ibón (3100 m) y Punta Ledormeur (3120 m.)

Y así llegamos debajo del paso clave para alcanzar la cima del Bachimala: Una placa lisa y gris que interrumpe la ladera, la cual, siguiendo reseñas consultadas por nuestros dos compañeros, superamos por la izquierda para luego hacer una travesía horizontal sobre ella. Después encontramos algún hito que nos llevó ya sin dificultades al techo de la excursión: El Gran Bachimala (3177 m.) Todos convinimos en que hacer el paseo en el otro sentido sería mucho más jodido, sobre todo pensando en la última subida junto a la famosa placa. En cualquier caso debemos definir la travesía como PD con algún tramo PD+ por aquello de la roca descompuesta y el patio pero todo el tiempo encontramos buenos agarres para manos y pieses.

 Allí arriba cuatro vizcaínos tan felices como nosotros se estaban haciendo unas fotos y estuvimos un rato de charla. ¡¡Qué bien se estaba!!

Unas fotos para el recuerdo y nos despedimos de nuestros dos compas de aventura. Ellos ponen el punto final aquí pero nosotros tenemos la mirada puesta en la Punta Sabre, vecina a Bachimala y nos dirigimos a su cima como si fuéramos los amos del universo -¡Crestas a nosotros, por favor!-...

A poco de comenzar esta última travesía nos cruzamos con dos parejas, dos chicos y dos chicas simpáticos y muy animados. Les preguntamos qué tal estaba la cresta y nos dijeron que no tenía complicaciones.  Con todo eso ya dimos el pescado por vendido pero resultó que Punta Sabre (3136 m.) no nos regaló nada y la cresta sin tener obstáculos tan puñeteros como los superados antes, exigió toda nuestra atención y esfuerzo.

Atención que también requirió la bajada de la cima por una ladera muy inclinada de roca descompuesta, cortada por resaltes o terrazas en la que nos costó encontrar algún hito que señalara el mejor punto para perder altura. Así hasta llegar a un collado donde terminaron las dificultades: Solo una pedrera nos separaba del camino normal que podíamos ver debajo nuestra.

Nueve horas más tarde estábamos en Biadós. Más tiempo y trabajo del previsto para conseguir hacer realidad nuestros sueños. Ni pensar en tirar hacia el collado de Estós para iniciar otra pelea.  Hoy somos mortales, el próximo Verano, quizás, quién sabe...

Cruzando el Cinqueta de la Pez
Hace fresco pero caminando se aguanta bien

El Puerto de la Pez, donde nos pillará el sol
Desde el puerto de la Pez: Foto superior mirando al Norte y abajo mirando hacia el Sur, al fondo Cotiella.
Empieza el juego de las crestas, más arriba la abandonaremos para seguir la ascensión por la ladera Sur

Esta primera parte nos sirvió de cursillo
Ultimos metros antes de nuestra primera cima: Pico del Puerto de la Pez
Pico de la Pez desde el Pico Puerto de la Pez, solo hay dos minutos entre ambos. A la derecha la cresta hasta el Abeille

Panorámica hasta el Gran Bachimala, ¡Qué lejos se ve!


En este destrepe me aseguró Iñigo con la cuerda después hubo alguno casi peor...






Paseando...


¡¡Cima de Gran Bachimala!!

Con nuestros "compañeros de cresta"

Desde Punta Sabre.  Todavía no lo hemos confirmado pero nuestra aventura termina aquí.  Iñigo casi es Kilian Jornet pero yo tengo que entrenar un poco más...

Corriendo por el paraíso

La camiseta en la cabeza me libró de una insolación

Refugio de Biadós

Mis glucemias regular yo creo que por los nervios de la aventura: 53 a las 5:45 que nos levantamos.  Desayuno abundante: Café con leche, nueces, chocolate (92% cacao) y un huevo duro.  Me puse dos uds de novorapid.  Hasta las 10:00 que no nos dio el sol no pude mirar mis glucemias porque el sensor estaba frío, a esa hora en el Puerto de la Pez tenía 250 por lo que me puse otras dos uds de novorapid.  A las 12:39 tenía 161 y me chuté un gel para enfrentar la subida última a Bachimala. A las 14:43 tras bajar de Punta Sabre 238, me puse otras dos uds de novorapid y comí unas nueces con queso. En Biadós a las 16:30 tenía 113.  Para celebrarlo me metí una super-ensalada con 4 uds de novorapid.