Correr, caminar, pedalear, trepar, nadar, saltar...Trabajar y VIVIR. La diabetes, una anécdota.

Siempre y cuando controlemos el ejercicio y nuestra glucemia en sangre. Esta enfermedad que junto con la obesidad está considerada la epidemia del siglo XXI permite llevar una vida activa perfectamente normal gracias a médicos e investigadores, profesionales apasionados que no dejan de trabajar para que mañana sea de verdad una anécdota. Hay dos tipos principales de diabetes: Tipo I y tipo II. La primera es la mía, la insulino-dependiente o también llamada infantil, porque en un alto porcentaje de casos se presenta a edades tempranas, aunque yo "debuté" con esta enfermedad a los 44 años. Mi sistema inmune falló y atacó a las células del páncreas que producen la insulina sufriendo a continuación los tres síntomas del libro o las "tres Pes": Poliuria (orinar mucho), Polidipsia (sed horrible a todas horas) y Polifagia (hambre, hambre, haaaambre).



¿Porqué a mí? Pensé. A mí que toda la vida he hecho deporte, que sólo tres meses antes terminé mi Cuarta Maratón en Donosti, a mí que no fumo, a mí que soy un chico formal: Buen padre y ejemplar esposo, a mí que hago la declaración de renta puntualmente y pago la contribución urbana y el impuesto de circulación religiosamente cada año... ¿Porqué?



El estrés que tantos sufrimos en mayor o menor grado, herencia genética, un catarro mal curado, la contaminación, el agujero de la capa de ozono... Médicos, familiares, amigos, vecinos y yo mismo apuntamos una u otra causa, pero lo cierto es que daba lo mismo. El caso es que mi cuerpo -mi páncreas- casi no tenía reservas de insulina y que ya no iba a producir más -o muy poca- y que iba a necesitar "pincharme" insulina todos los días.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Otoño desde mis ventanas

La Lluvia Amarilla, es el título de la maravillosa novela que en 1988 publicó Julio Llamazares. El estremecedor relato del último habitante de Ainielle, un minúsculo pueblo del Sobrepuerto, en el Pirineo Aragonés, que nos cautiva desde la primera página, trasladándonos a un universo que imaginamos hermoso pero triste y desolado, como tantos pueblos abandonados de nuestra geografía. El Otoño ya está aquí, con él han venido los días más cortos y el frío, pero también la belleza de un paisaje que casi habíamos olvidado. No te lo pierdas.

Desde la ventana de Sorogáin y el bosque de Odia, mi preferida.


Qué mejor manera de saludar el Otoño que darnos un paseo por el bosque ¿verdad? Si además es un bosque de hayas y el paseo lo damos en compañía de un buen amigo poco más podemos pedir, bueno sí: Un buen almuerzo y un buen vino, yo pondré la bota y Peio pondrá una botella de Crianza de Iñurrieta del 2006, un excelente vino de navarra que nos sabrá a gloria cuando demos cuenta del bocata.

Y más con el bocata de ajoarriero un pelín salado que se ha currado y que nos viene al pelo para apretar la bota sin miramientos. Como dice mi amigo Felipe: La bota es la mejor amiga, le tocas el culo y en vez de un guantazo te suelta un chorro de vino.
El día elegido fue el sábado 23 de octubre. Fuimos por la mañana y sin madrugar mucho porque está a menos de una hora de Zizur: Pasado Zubiri subes el Puerto de Erro y después del pueblo de Biskarret-Gerendiáin enseguida llegas al desvío que por una estrecha carretera permite acceder al Valle de Sorogáin, en uno de cuyos rincones, al pie del Adi se encuentra el magnífico Hayedo de Odia, declarado Enclave Natural por el Gobierno de Navarra; protección que nos permite disfrutar de una naturaleza intacta.


Las afotos.


Otoño desde la ventana de mi casa



Lo mejor de casa son las vistas que tenemos desde la ventana, delante nuestra no hay altos edificios y podemos gozar de un paisaje bastante bonito: San Cristóbal asoma por encima de Cizur Menor, Peña Izaga, la Higa y Alaiz cierran el horizonte de la Cuenca de Pamplona y las nubes o el cielo azul completan el escenario, un escenario que estos días está salpicado de rojos y amarillos.



La ventana de Etxauri, mirador de la Cuenca de Pamplona.


Primer día de noviembre, festividad de Todos los Santos, amanece con frío y lluvia. He quedado con Santi y con Peio para dar un paseo por el monte y así estrenar la bota que se ha comprado éste último. Santi nos prepara una tortilla de patatas como sólo él sabe hacerlas y junto con algo de jamón y queso nos preparamos un almuerzo de campanillas en el refugio ermita que se levanta arriba del Cabezón de Etxauri. El sendero está bastante embarrado y en algún tramo empinado hay que agarrarse a los bojes para no resbalar, aún así Santiago y servidor daremos con todo nuestro orgullo en el blando suelo, acabando un poquito embarrados. ¡¡Pero aún así qué bien lo pasamos!!


Reportaje completo.

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