Correr, caminar, pedalear, trepar, nadar, saltar...Trabajar y VIVIR. La diabetes, una anécdota.

Siempre y cuando controlemos el ejercicio y nuestra glucemia en sangre. Esta enfermedad que junto con la obesidad está considerada la epidemia del siglo XXI permite llevar una vida activa perfectamente normal gracias a médicos e investigadores, profesionales apasionados que no dejan de trabajar para que mañana sea de verdad una anécdota. Hay dos tipos principales de diabetes: Tipo I y tipo II. La primera es la mía, la insulino-dependiente o también llamada infantil, porque en un alto porcentaje de casos se presenta a edades tempranas, aunque yo "debuté" con esta enfermedad a los 44 años. Mi sistema inmune falló y atacó a las células del páncreas que producen la insulina sufriendo a continuación los tres síntomas del libro o las "tres Pes": Poliuria (orinar mucho), Polidipsia (sed horrible a todas horas) y Polifagia (hambre, hambre, haaaambre).



¿Porqué a mí? Pensé. A mí que toda la vida he hecho deporte, que sólo tres meses antes terminé mi Cuarta Maratón en Donosti, a mí que no fumo, a mí que soy un chico formal: Buen padre y ejemplar esposo, a mí que hago la declaración de renta puntualmente y pago la contribución urbana y el impuesto de circulación religiosamente cada año... ¿Porqué?



El estrés que tantos sufrimos en mayor o menor grado, herencia genética, un catarro mal curado, la contaminación, el agujero de la capa de ozono... Médicos, familiares, amigos, vecinos y yo mismo apuntamos una u otra causa, pero lo cierto es que daba lo mismo. El caso es que mi cuerpo -mi páncreas- casi no tenía reservas de insulina y que ya no iba a producir más -o muy poca- y que iba a necesitar "pincharme" insulina todos los días.

domingo, 7 de septiembre de 2025

Canfranc-Canfranc 55 k

 Me inscribí a la carrera de 70 K en Canfranc, pero mis patas dijeron que con 55 en Candanchú tenían bastante...

Ilusión toda, pero dentro de la cabeza rulaban las dudas y la mala conciencia de no haber metido los entrenos necesarios.  Y así creo que ha sido.  El verano es largo pero muy corto si quieres estar en muchos sitios a la vez. Trabajo, familia y afición combinan regular cuando la afición te lleva a extremos como son los números de esta carrera: No es la distancia, que también, con 70 kmts,  son los más de 6000 positivos de desnivel que te suben a la Moleta, después al Pico Royo, al Vértice de Anayet, a la Raca y todo el circo de Astún y finalmente al Aspe, el rey de la región al que además te enfrentas de noche. Un MONSTRUO de carrera.  De la Ultra 100K mejor no hablamos...

Bajando a Formigal. Ibón de Lapazuso

Alejo no quiso perderse el ambientazo, con él y su hijo Pablo dormimos en Candanchú. ¡¡Gracias campeón!!
En la salida con Esti y Javi, que consiguieron llegar a meta en 19 horas. Zorionak Bikote!!!

En el bosque, en la primera parte de la subida a la Moleta.  Aquí varios corredores, entre ellos Javi y servidor, sufrimos la picadura de abispas.  Las muy oportunas debían haber echo el nido en el suelo, en mitad del camino... 



Ahí arriba está el primer objetivo de nuestra excursión

Los tres subimos a la Moleta en una hora y 55 minuticos


Y bajamos a la carrera hacia el Valle de Izas. Aquí pasamos junto al ibón de Iserias.  

La corredora sueca, que casi consiguió terminar en primera posición absoluta la maratón, nos adelantó a toda leche más abajo de Iserias.  Nosotros aquí bajábamos a buen ritmo pero ella era un fórmula 1... La pobre sufrió una caída y se rompió una ceja pero después de una cura de urgencia continuó la carrera y entró en segunda posición, a menos de dos minutos del primero. Impresionante.

Pared norte de Izas: Punta Escarra y Pala de Ip

Más arriba del primer punto de avituallamiento de la carrera, en Izas, fui quedándome atrás de Esti y Javi, perdiéndoles de vista.  En esa parte debíamos subir a una brecha próxima al Pico Royo, a casi 2400 mts de altura.  Al otro lado nos esperaba Formigal y el segundo avituallamiento, base de vida en la Ultra 100k


Allá al fondo el Midi 

En el avituallamiento coincidí con Ignacio Olalde, un buen amigo de aventuras que estaba haciendo la ultra de 100k, aquí llevaba casi la mitad de la carrera y una noche entera de paliza. Ninguna duda se veía en sus ojos pese al cansancio acumulado. -Carlos-, me dijo, -aquí tenemos que ser muy humildes-.  El bueno de Ignacio consiguió terminar en 31 horas y 44 minutos. Humilde pero grande, Ignacio. ¡¡Muy grande!! ¡¡Felicidades!!

Yo también entendí que debía ser humilde en la siguiente etapa que nos llevaba muy arriba, al Vértice de Anayet.  Primero debíamos ascender a los ibones por el Barranco de Culivillas, por un sendero de montaña al lado del río, donde hacia la mitad tuve que parar algunas veces para bajar pulsaciones.  Aquí me pasaron Ignacio y otro corredor de la Ultra gorda, que me invitaron a ponerme detrás suya: -¡Vente con nosotros, que vamos muy despacio!-.  Era verdad que no iban rápido, pero yo estaba fundido. Y más arriba la cosa aún fue a peor cuando se me acalambraron ambos cuádriceps.  Me senté y masajee las patas como pude. Retomando la subida en cada ocasión pero notando toda la tensión en unos músculos a punto de volver a la contractura.  El azúcar lo tenía alto y me puse 2 unidades de insulina rápida.  A ver.  Pero nada, antes de ascender al collado entre el Vértice y el Anayet tuve que hacer dos o tres paradas más.  ¡Qué desastre! Con todo lo que tenía por delante todavía...

Pico Anayet

Collado a la vista. A la izquierda el Vértice

Maravillosa postal a nuestra espalda subiendo al Vértice

Vértice de Anayet o Punta del Garmo -2555 mts-.

Los voluntarios en el collado eran unos chavales majísimos, entre ellos uno muy joven que me rellenó de agua los flases: Insistió en que el avituallamiento de Canal Roya estaba lejos y que cuidara el agua.  ¡Cuánta razón! Pues no solo es que estuviera lejos (8 kmts y 1000 mts más abajo), es que esa bajada la hice en las horas centrales del día y el sol pegaba a tope.  Bueno, decir que solo tuve que detenerme dos veces entre el collado y la cima del Vértice y que después, en la bajada no sufrí más calambres.  Bueno sí: En el isquio de una pata, pero fue casi abajo en el valle, cuando alargué zancada en los pocos llaneos donde intenté correr.

Por cierto que desde los primeros kilómetros no dejé de tomar cápsulas de sal, peo aún así tuve estas molestias. En fin.  En el avituallamiento de Canal Roya, los corredores estábamos serios y cada uno a lo suyo: Beber agua o caldo, o las dos cosas. Comer lo que podíamos: A mí me entró muy bien el queso y el membrillo, así como algún trozo de plátano o de sandía.  ¡Y un vaso de cocacola!  Con todo lo cual me puse otras dos unidades de insulina. ¡Y nos vamos!

Subiendo a la Raca -2277 mts-, es una subida vertical de 1000 mts. ¡¡Otra más!!

Me sentó todo bastante bien, porque inicié a buen paso la ascensión al Pico de la Raca.  Al principio por el bosque y a la sombra, después al solecito.  Pero ya eran casi las cinco de la tarde y hacía menos calor. El sol baja pronto en septiembre...  El sendero sube muy tendido al principio pero el asalto final a la cumbre es más tieso y allí arriba sufrí de nuevo algún calambre. Con eso y con lo doloridas que tenía las plantas de los pies, tuve muy clara la retirada. Mi única duda era si hacerlo en La Raca o en Candanchú.  Finalmente decidí que al  menos sumaría el circo de Astún a la aventura, así que proseguí la cresta que lo delimita, una excursión que ya había hecho este verano con Pablo, el chaval de Alejo y con Pedro.  La luz del atardecer era maravillosa pero los subi-bajas de todas las cimas de esta cresta son horribles.  En esta parte fui cambiando posiciones con dos grupos de corredores de las dos distancias, todos estábamos jodidos pero nadie hablaba de abandonar. Yo tampoco... Porque lo último era desanimar a los compañeros de aventura.  Ya se lo había dicho a Alejo por teléfono pero este no se lo creía todavía, yo sí:  Pensar en la última etapa por el Aspe se me antojaba un imposible para mis pies.  Los calambres casi habían desaparecido pero seguía notando tensas las patas dichosas.  ¡Qué bien todo!

La paliza es gorda, pero el panorama es soberbio: El Midi a un lado y el Anayet al otro. En medio muchas cimas famosas...

Ahí delante tenemos una de tantas subidas horribles en la etapa de Astún

Al llegar al avituallamiento de Truchas llevamos la mitad de etapa.  He saludado a Ramón Ferrer, que ha subido a tomarnos fotos.  Planea quedarse hasta tarde y pillar la Luna casi llena que hoy nos tiene prometido el cielo. Con él está Joxan Salgado, que no se pierde una para entrenar y de paso le ayuda con las baterías de la cámara.  Vendrá conmigo hasta el ibón de Escalar donde él tirara para abajo.  Yo prosigo el circo subiendo de nuevo al cordal de cimas por buen sendero.  Aquí la cresta vuelve a fastidiar con subidas y bajadas que enfrento en solitario.  En una de las puntas hay dos chavales voluntarios que me ayudan a guardar los bastones.  Se agradece infinito pensar que están aquí, más yendo solo y con las últimas luces del día.  Me advierten de que hay algunos destrepes en los que tendré que poner atención y me animan asegurando que me ven muy bien y que lo voy a conseguir.  Es cierto que ahora me encuentro mejor: Los subi bajas no son tan terribles y el cambio en la pisada ha aliviado los pies, que casi no duelen... Pero he tomado la decisión.

Ahí tenemos la Luna. 

Al ocultarse el sol, el viento que no había dejado de soplar, lo hizo más fuerte y más frío.  No me puse más ropa confiando en que pronto pillaría la bajada, pero todavía me costó un rato.  Encendí el frontal aunque todavía había algo de luz, pero era necesario para ver las marcas de la carrera, que al tener reflectante se veían mejor.  Mejor no, ¡Se veían de cine! Siguiéndolas pude continuar disfrutando quizás el rato más montañero de la jornada: Estar allí anocheciendo y mirar de reojo los últimos tonos rosas en el cielo. La negrura creciente en el fondo de los valles... La tensión de poner toda la atención en cada paso pues tropezar sería un problema... Todo eso junto hizo más intenso y más de verdad ese momento, que siempre recordaré con gusto porque me sentí sereno y seguro.

En la bajada, a la que por fin llegué, continué a buen ritmo y con esas buenas sensaciones. Quizás porque sabía mi meta ya muy cerca.  Alcancé así a varios grupos de corredores a los que saludé alegre, animado de verme de nuevo acompañado.  Y los últimos dos kilómetros desde Somport hasta el avituallamiento de Candanchú fueron rápidos y fíjate por donde sin dolor alguno.  Pero repito: Absolutamente seguro de que esa noche era mejor echarme a la cama.

Hasta el año que viene Canfranc-Canfranc.  ¡¡Gracias!!

La ruta en wikiloc

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