viernes, 30 de julio de 2010

Unos días en Zaragoza (23 al 29 de julio)



En vacaciones puedes coger a la family e irte a la playa o a la montaña, pero también puedes ir a Zaragoza. Si además has nacido en esa ciudad sabes perfectamente a lo que te arriesgas: 40 grados a la sombra por el día y noches tropicales en las que es preferible pasear por el parque más próximo o apuntarse a un concurso de beber cerveza helada, cualquier cosa antes que meterse en la cama sudando sin poder conciliar el sueño. En los últimos tiempos la mayoría de las viviendas cuentan con aire acondicionado y aunque los de mi generación sobrevivimos sin problemas a los veranos de los años 70 hoy no dudamos en darle al botón y encender el maravilloso "aire" para rebajar la temperatura de casa. Yo sobre todo me acuerdo de algunas tardes en que salía de casa sobre las 4 para ir a jugar al frontenis en los Salesianos. Me cruzaba con muy pocas personas en el camino al colegio: 10 minutos buscando las escasas sombras de árboles y edificios y respirando un aire que casi quemaba. Pueden imaginarse la de litros de agua que bebíamos en la fuente entre partido y partido. Yo aquello me lo tomaba como una heróica prueba de resistencia, del mismo modo que en invierno luchaba contra el cierzo helador o me encogía temblando en esa niebla que te metía el frío hasta los huesos. Decididamente un zaragozano puede adaptarse a vivir en cualquier lugar del planeta, lo mismo dará el desierto del Sáhara que la taiga siberiana porque los 43º a la sombra o los 43º bajo cero (sensación térmica) ya los hemos soportado en la capital del Ebro.No obstante y yendo a la cuestión, les diré que la fortuna ha estado de mi lado porque durante la semana que hemos pasado en Zaragoza en casa de mis padres yo y mis dos chavales (la jefa se quedó en Zizur de rodríguez), el cierzo no ha dejado de soplar, convirtiendo el VERANO extremo del Valle del Ebro en una luminosa y suave Primavera. Sólo el miércoles paró un poco el aire y llegamos a coger unos 32 grados pero fuera de eso la cosa ha sido muy llevadera.



Gracias a eso hemos podido dar buenos paseos en bici por la Ribera del Ebro y yo he entrenado super-bien, saliendo a correr un día por el meandro de Ranillas, otro por la Ribera del Ebro hasta el Gállego y el último día hasta los Galachos de Juslibol desde casa (1h 50 min desde Monsalud ida y vuelta). Además también hice dos salidas con la bici subiendo a la Plana de María gozándola como un enano por el Barranco del Montañés y alucinando viendo cómo se cruzaban en mi camino algunos conejos. Definitivamente han sido unos días muy buenos en los que me ha dado tiempo de todo: Disfrutar de la familia y de mi Zaragoza querida.

Pasear un día por las riberas del Ebro y al siguiente por la desértica estepa de los Montes de Torrero es pasar de un extremo al otro del paisaje aragonés: Agua y verde primero, desierto después. Pero ojo, si te internas en el desierto descubres que también hay rincones y parajes amables, donde crece el pino carrasco, la coscoja y la encina. Pero hay que ir muy lejos, algunos kilómetros por la estepa salpicada de romero, esparto y sisallo. Vale la pena ir hasta allí y subir a las Planas de María, a más de 400 mts por encima del Valle del Ebro para poder divisar la inmensidad de un paisaje duro y pleno de contrastes.

Más allá de los Montes de Torrero: Territorio Apache, como decía un amigo cuando ibamos a su pueblo.

Un pino solitario en la inmensidad de la estepa.

Laderas de la Plana, bien cubiertas de un denso bosque de pino carrasco.

Más fotos.

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